Sofia Barbarani en Caracas 

El Sistema: ¿podrá este proyecto de música controversial lograr armonía en Venezuela?

Mientras Venezuela lucha contra una crisis económica paralizante y escasez extrema de alimentos, ¿puede el polémico proyecto social seguir ayudando a quienes más lo necesitan?
  
  

Los músicos de El sistema
Niños de hasta dos años de edad ingresan a El Sistema para tomar clases. Photograph: Leo Ramirez/AFP/Getty Images

Sentado en un banquillo en el apartamento de una recámara donde vive su familia, Sebastián Rodríguez, de 11 años de edad, recorre con los dedos las teclas blancas y negras de un teclado de plástico, colmando el espacio con la alegre melodía de una canción para niños.

Encima de donde está sentado, seis agujeros de bala, recuerdo de enfrentamientos entre pandillas, puntean el endeble techo de hojalata de su hogar: algo común en Petare, Caracas, uno de los barrios más peligrosos de Venezuela. Sebastián vive con su hermana mayor y su madre, apretujados en un entramado de edificios de ladrillo rojo y calles angostas.

“Mientras tenga esta edad, yo ni lo mando a la tienda de la esquina, lo tengo adentro,” dice la madre del niño, Gusmerida Rodríguez. “Desde acá arriba se ve tranquilo, pero es muy inseguro,” dice, mirando al barrio desde la ventana: más de 16,000 personas fueron asesinadas en el país durante los primeros 10 meses de 2016, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Violencia.

Pero Sebastián apenas pasa tiempo aquí, pues es uno de los 700,000 venezolanos, aproximadamente, que forman parte del mundialmente reconocido programa de música El Sistema, el cual le permite dedicar la mayoría de sus tardes tocando el piano en su escuela de música – o núcleo – lejos de Petare.

Fundado en 1975 por el conductor José Antonio Abreu, el proyecto musical y educativo ha obtenido tantos simpatizantes como críticos. Ha sido aplaudido por hacer que la música clásica sea accesible a las clases populares, y a la vez amargamente criticado por presunto nepotismo, corrupción y mala gestión.

Sin embargo, mientras el país se colapsa bajo el peso de una crisis económica paralizante, donde la inflación está por llegar al 1,000% y la escasez extrema de alimentos y medicinas está cerca de causar una emergencia humanitaria, la administración del Presidente Nicolás Maduro y varias entidades privadas continúan proporcionando un apoyo financiero significativo para mantener El Sistema.

El percibido éxito de El Sistema ha sido tal, que ocho gobiernos venezolanos consecutivos le han invertido fondos a lo largo de los años. Un maestro le dijo a The Guardian que el financiamiento inclusive ha aumentado.

En efecto, muchos estudiantes y familias creen que, durante los tiempos de crisis en el país, El Sistema es más necesario que nunca: un proyecto social gratuito que le brinde a los niños más necesitados la oportunidad de escapar los peligros de la pobreza. Es ampliamente apoyado por su ex-alumno más famoso, el internacionalmente renombrado conductor y director de la Filarmónica de Los Ángeles, Gustavo Dudamel. “Muchos ven el arte como un lujo que debemos eliminar durante los tiempos de crisis,” dijo, en un discurso en una reciente ceremonia de premiación. “La gente debe entender que es precisamente durante estos tiempos en que eliminar el acceso al arte se vuelve un pecado imperdonable.”

“Toda inversión en la educación y cultura está justificada,” dice Solveig Hoogesteijn, directora de cine venezolana y directora de la iniciativa cultural Trasnocho Cultural. “El Sistema no es sólo educación cultural, es un importante proyecto social que saca de las calles a los niños y adolescentes,” dice. Sin embargo, hay quienes lo ven como un sistema corrupto y una desalmada campaña de publicidad.

En su libro Orchestrating Venezuela’s Youth (Orquestrando a la juventud venezolana), el profesor de música Geoffrey Baker acusa a Abreu de tiranía, y revela historias de presunto abuso sexual dentro del programa.

“Los programas como El Sistema, históricamente, han sido reaccionarios, y su fin es mantener el status quo social, disciplinar a los pobres, y producir sujetos dóciles y productivos para el capitalismo,” escribió Baker en un ensayo reciente.

La pianista venezolana exiliada Gabriela Montero es también una de las principales críticas de El Sistema, alegando que sólo los principales músicos se benefician del programa, mientras que todos los demás “se sofocan”.

Pero para Sebastián Rodríguez, en Petare, ingresar a El Sistema a la edad de tres años le permitió crecer en un ambiente controlado donde se le enseñó disciplina y trabajo duro, y donde se volvió un apasionado de la música clásica.

“Desde el día en que nació, yo supe que quería que formara parte de El Sistema; sentí que me había ganado la lotería cuando ingresó en el programa,” dijo Gusmerida, haciendo eco con los pensamientos de muchos padres de familia venezolanos.

Gusmerida consiente a su hijo más pequeño y dedica la mayor parte de su tiempo libre a él y a su música; ella despierta a las 4am y trabaja siete días a la semana para llevar la comida a la mesa. Como madre soltera, ella se ha apoyado en gran medida en la educación proporcionada por El Sistema para guiar a su hijo, poniendo toda su fé en ello.

El Sistema también le ha dado al joven pianista grandes sueños y expectativas que quizá no hubiera tenido sin el apoyo de su maestra.

“Quiero irme de gira por todas partes y demostrar que Venezuela no es un país de destrucción, yo tengo fé en que [el país] cambiará,” dijo Sebastián, por encima del sonido ensordecedor del aguacero de la tarde.

Lejos de las peligrosas calles de Petare, en uno de los muchos edificios del programa a lo largo de Caracas, un trío nacido de El Sistema ensaya para un festival de jazz local que se presentará pronto. La conversación inevitablemente conduce hacia la crisis de Venezuela, y al igual que Sebastián, los jóvenes músicos tienen esperanza de que la situación pronto cambiará.

“Es una fase de transición; en algún punto saldremos más fuertes,” dijo Grheri Barceló, el trompetista de 20 años de Tajada Jazz Trío.

Productos de la disciplina y educación de El Sistema, los jóvenes se muestran elocuentes y mesurados al hablar de los problemas que aquejan a su país. Los tres provienen de familias humildes donde es poco común poseer instrumentos como un contrabajo o una trompeta.

“Te dicen que estudies, te gradúes, trabajes y tengas familia – y has vivido tu vida. En lugar de eso, pensé: puedo hacer música y si puedo hacer música puedo viajar,” dijo Barceló. “Aquí no hay límites para la gente.”

Al igual que Barceló, innumerables niños han tenido la oportunidad de viajar fuera de Venezuela con El Sistema, haciendo gala de su talento y visitando nuevos países.

El pianista Sandro Segnini, de 19 años, insiste en que El Sistema le proporciona a la juventud de Venezuela una opción que de otro modo quizá no tendrían.

“Sin El Sistema, el niño venezolano no tendría la opción de elegir. [Abreu] fundó El Sistema para rescatar a las futuras generaciones, porque [la sociedad venezolana] ya se estaba deteriorando,” explica Segnini. “Venezuela no cambiará con un nuevo presidente a menos que la gente cambie.”

Eddi Marcano, ex-alumno y director de El Sistema, dice: “Nosotros seguimos adelante a pesar de las dificultades. Los niños se enamoran de esta [música] y le tienen una pasión increíble.”

Aunque no hay evidencia oficial respecto a cómo el programa ha mejorado a la sociedad venezolana en general, es difícil encontrar un padre de familia o niño que no le tenga entusiasmo a la idea de pertenecer a El Sistema. Y es que en un país que parece estarse cayendo a pedazos, el proyecto social de Abreu continúa ofreciendo un puerto seguro a las personas más vulnerables.

“Siempre ví El Sistema como algo mágico dentro de una situación desquiciada,” dice Segnini. “Creo que [Abreu] ha salvado a una gran parte de la población.”

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